jueves, 19 de agosto de 2010

De regreso


Lo prometido es deuda, de modo que con un poco de retraso, eso si lo reconozco, paso a relatar mis impresiones sobre esa maravilla de la naturaleza que es el Gran Cañón del Colorado o Grand Canyon, como lo llaman ellos. Solo visitamos una pequiñísima porción del Cañón, gestionada integramente por sus antiguos moradores, los indios Hualapais.

Lo primero que captan los sentidos es la sensacion de espacios abiertos, el color ocre de la tierra y el intenso calor del desierto.

Desde un pequeño aeródromo, situado no muy lejos de la cuidad de Las Vegas, tomamos una avioneta, que vuela a poca altura sobre kilómetros y kilómetros de terreno desértico, el desierto de Mohave. Sorprende la aparición de una superficie de un color azul intenso, el Lago Mead, la reserva de agua mas grande de los EEUU. Sobrevolamos la Presa Hoover Dam, en el limite entre los estados de Nevada y Arizona. Esta presa es una de las obras de ingeniería mas importantes del s XX y provee de energía y agua a Las Vegas.

Aterrizamos en una base muy próxima al Cañón, aquí tomamos un helicóptero que nos mete literalmente en el Cañón y nos permite disfrutar de unas panoramicas impresionantes a vista de pájaro. La visita se completa con un recorrido en barca por el cauce del río Colorado. El calor es sofocante, sobre los 40 grados, pero la experiencia inolvidable. Navegando encajonados por el Cañón, la paz es absoluta, solo escuchamos el golpeteo del agua sobre el casco de la barca.

Lo siguiente es dar un paseo por el vacio, para ello visitamos el Skywalk, plataforma semicircular con suelo de cristal que sobresale del precipicio sobre el Cañón a 1.400 metros de altura respecto a la base, y desde la que se pueden ver unos paisajes y unas vistas panorámicas muy especiales, eso si la templanza acompaña. He de reconocer que a mi me temblaron las piernas.

Sin duda un viaje inolvidable.